La soledad del consumidor cuando todo falla

La soledad del consumidor cuando todo falla
Edu Lazaro Edu Lazaro
📅 07 Nov 2025 ⏱️ 3 min lectura 👁️ 43 vistas

Cada año miles de personas en España se quedan sin respuesta ante algo tan simple y tan grave como pagar por un servicio que nunca llega.

  • Clínicas que cierran de un día para otro.
  • Cursos online que desaparecen sin aviso.
  • Agencias de viajes que cancelan sin devolver.
  • Promotoras que dejan obras a medias.
  • Seguros que no cubren cuando más se necesitan.

La historia cambia de nombre, pero el guion es el mismo: una persona corriente que ha cumplido con su parte, y una empresa que, por mala gestión o por pura desidia, rompe la cadena de confianza.

El problema real es la soledad

Cuando eso ocurre, lo primero que siente la gente no es rabia. Es soledad.

De repente descubres que reclamar es un laberinto:

  • Nadie contesta los correos.
  • Los teléfonos no existen.

Y la ley, aunque te da la razón, no te da los medios.

Reclamar individualmente es costoso, lento y, casi siempre, inútil. Y por eso tantas personas terminan resignándose.

Reclamar juntos cambia todo

Lo que muchas personas no saben es que los casos individuales pierden fuerza, pero los colectivos la multiplican. Cuando los afectados se organizan esto es lo que ocurre:

  • Se visibiliza el problema.
  • Se aceleran los procesos.
  • Los medios lo recogen.

Y los responsables, por fin... responden.

Se trata de convertir la soledad en estructura, el desánimo en acción y la frustración en voz colectiva.

No se trata solo de dinero

Reclamar colectivamente no es solo una cuestión económica. Es también una forma de reparar la confianza y de luchar porque el estado se preocupe de una vez por los ciudadanos.

Porque cada historia de impago o estafa deja algo más que pérdidas; deja la sensación de que nadie protege al consumidor cuando el sistema falla.

Organizarse, reclamar y hacerlo de forma transparente es, en el fondo, una manera de decir: No estoy solo. Y no vamos a dejar que esto se repita.

Tampoco demonicemos al empresario

En muchos casos el empresario es una persona que cumple con la ley, paga sus impuestos... etc. Muchas veces, la sobreregulación del estado y de la Unión Europea son las que ponen en jaque al empresario, viéndose obligado a replantearse su estructura.

En el fondo, un negocio es tu propia creación y no lo quieres soltar. No lo quieres dejar verlo morir. Esto lleva a que en ocasiones las cosas terminen del peor modo.

Pero seamos honestos. No es justo forzar a las pequeñas y medianas empresas a una sobreregulación que puede terminar en un cierre casi seguro. No es normal que se de tanta importancia a estas cosas y que luego las instituciones no se preocupen por verificar la solvencia de las empresas, siendo así posible adelantarse a cierres repentinos.

Los servicios del estado hace mucho que han dejado de ser un servicio a la ciudadanía. Se sirven a sí mismos.

Es hora de que el estado se preocupe por el ciudadano. Esto va mucho más allá de que una persona en particular pague su deuda. Es la hora de la revolución de las prioridades.